La Gran Carrera de la Ardilla Nati
Nati era una ardilla pequeña y pelirroja, con una cola esponjosa que parecía una nube en el cielo. Vivía en un parque urbano lleno de árboles altísimos, columpios chirriantes y senderos secretos que solo los animales conocían. Nati era muy aventurera y, sobre todo, ¡siempre tenía ganas de descubrir algo nuevo!
Un soleado sábado por la mañana, Nati escuchó un rumor entre las ramas: “¡Hoy será la Gran Carrera del Parque!”. Todos los animales podían participar y el premio era una cesta llena de nueces, avellanas y frutas jugosas.
Nati no lo dudó ni un segundo. Saltó de rama en rama hasta llegar al viejo roble, donde se reunían todos los concursantes. Allí estaban Leo el conejo, Tina la tortuga, Ricky el ratón y Luna la urraca. Todos se saludaron alegres y esperaron a que el búho Don Sabio explicara las reglas.
—La carrera será diferente este año —anunció Don Sabio—. ¡No solo gana el más rápido! Tendrán que pasar por los columpios, cruzar el puente de ramas y encontrar la llave escondida para abrir la cesta del tesoro. Además, esta vez deberán trabajar en equipo.
Nati miró a sus amigos con una sonrisa. ¡Eso sería aún más divertido!
¡Comienza la aventura!
Cuando Don Sabio dio la señal, todos salieron corriendo. Nati era muy rápida y pronto llegó a los columpios. Sin embargo, Tina la tortuga se quedó atrás. Nati miró hacia atrás y pensó: “Si Tina no llega, no podremos pasar juntos”. Así que regresó y la ayudó a subir al primer columpio.
—¡Gracias, Nati! —dijo Tina, sonriendo.
Pronto, el grupo cruzó los columpios, balanceándose uno a uno. Luego llegaron al puente de ramas, que era muy angosto y se movía con el viento. Ricky el ratón tenía miedo de cruzarlo porque era muy alto, pero Leo el conejo lo animó.
—¡Vamos, Ricky! Si cruzamos juntos, el puente será más fuerte —dijo Leo.
Nati fue la primera en pasar y, desde el otro lado, les tendió la pata. Ricky, confiando en sus amigos, cruzó despacito hasta llegar sano y salvo.
Después, el grupo llegó a un lugar misterioso cubierto de hojas y ramas. Allí tenían que encontrar la llave escondida para abrir la cesta del tesoro. Todos comenzaron a buscar: Nati saltó entre las ramas, Leo escarbó en la tierra, Luna voló y observó desde arriba, Tina revisó los rincones más oscuros y Ricky olfateó entre las hojas.
De pronto, Ricky gritó:
—¡La encontré! ¡Aquí está la llave!
Todos se acercaron emocionados. Pero la llave estaba enrollada en una enredadera muy apretada. Nati intentó jalarla, pero no pudo. Leo y Ricky también lo intentaron, pero la enredadera era muy fuerte.
—¿Y si lo intentamos todos juntos? —preguntó Luna.
Así que todos, al mismo tiempo, tiraron con fuerza y… ¡plop! La llave salió volando y aterrizó justo al lado de la cesta del tesoro.
El gran final
Nati tomó la llave y la puso en la cerradura. Giró despacio y… ¡clic! La cesta se abrió, revelando montones de nueces, avellanas y frutas frescas.
Don Sabio apareció y aplaudió:
—¡Felicidades, equipo! No solo encontraron el tesoro, sino que demostraron que la amistad y el trabajo en equipo son la clave para superar cualquier reto.
Todos compartieron la recompensa y celebraron bajo la sombra de un gran árbol. Nati miró a sus amigos y pensó que lo mejor de la carrera no había sido la cesta, sino la alegría de estar juntos y ayudarse.
Esa tarde, el parque se llenó de risas, juegos y promesas de nuevas aventuras. Y Nati supo que, aunque amaba explorar sola, las mejores aventuras son las que se viven en equipo.
Moraleja: La amistad y el trabajo en equipo nos ayudan a superar cualquier obstáculo y hacen que cada aventura sea más divertida.