El Zorro Tilo y las Hojas Doradas del Bosque

El Zorro Tilo y las Hojas Doradas del Bosque

El Zorro Tilo y las Hojas Doradas del Bosque

Había una vez un zorro astuto y muy divertido llamado Tilo. Vivía en un bosque otoñal, donde los árboles parecían llamas doradas y las hojas caídas formaban alfombras suaves sobre el suelo. Entre setas de todos los colores y pequeños arroyos que cantaban al correr, Tilo pasaba sus días buscando aventuras.

Un día, Tilo encontró a sus amigos, la ardilla Mía y el conejo Bruno, jugando cerca de una gran montaña de hojas doradas.

—¡Hola, amigos! ¿Qué están haciendo? —preguntó Tilo, moviendo su esponjosa cola.

—Estamos jugando a enterrar tesoros bajo las hojas —dijo Mía, con una nuez brillante en las patas.

—¡Sí! ¡Y quien encuentre más tesoros gana! —añadió Bruno, saltando de emoción.

Tilo, curioso y con ganas de ganar, tuvo una idea un poco traviesa. Mientras sus amigos no miraban, escondió una bellota dorada bajo su propia montaña de hojas.

—¡Listos! ¡Ya pueden buscar! —gritó Tilo.

Mía y Bruno corrieron a buscar tesoros entre las hojas. Encontraron nueces, ramitas y hasta una pluma azul. Pero nadie encontraba la bellota dorada, más que Tilo, quien, muy orgulloso, la sacó de su escondite.

—¡Miren lo que encontré! ¡La bellota dorada! ¡Gané! —dijo Tilo, mostrando la bellota.

Mía y Bruno lo miraron, un poco tristes. Sabían que algo no estaba bien.

—Tilo, ¿seguro que encontraste esa bellota jugando? —preguntó Mía, con voz suave.

Tilo sintió que sus mejillas ardían. Había hecho trampa y sus amigos lo notaron. En ese momento, una ráfaga de viento levantó un montón de hojas y trajo el eco de las palabras de la abuela Zorra:

Ser astuto no significa engañar, sino saber hacer lo correcto. La honestidad es el verdadero brillo de un zorro.

Tilo, mirando a sus amigos y al bosque dorado, comprendió que había estado mal.

—Lo siento, amigos. No jugué limpio. Escondí la bellota para ganar… No estuvo bien.

Bruno se acercó y le dio una palmadita con su patita.

—Gracias por decir la verdad, Tilo. ¡Eso sí es de amigos de verdad!

Mía asintió—. Lo importante es que aprendiste. ¡Vamos a jugar de nuevo, pero ahora todos juntos!

Tilo sonrió, aliviado. Esta vez, jugaron de verdad. Saltaron entre las hojas, buscaron tesoros y compartieron risas. Al final, no importó quién ganó, porque todos se divirtieron y aprendieron algo muy valioso.

Cuando el sol empezó a esconderse entre los árboles, Tilo miró a sus amigos y al bosque dorado.

—Prometo siempre ser honesto y respetar a los demás. ¡Así, las aventuras serán mucho más divertidas!

Mía y Bruno aplaudieron y juntos corrieron hacia el arroyo, dejando un rastro de hojas doradas y risas en el aire.

Moraleja

La honestidad y el respeto hacen que la amistad y los juegos sean más felices para todos.

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *