Drako, el Dragón Juguetón y el Castillo en las Nubes

Drako, el Dragón Juguetón y el Castillo en las Nubes

Drako, el Dragón Juguetón y el Castillo en las Nubes

En lo alto del cielo, donde las nubes bailan y el sol pinta caminos de luz, se alzaba un castillo mágico. Sus torres tocaban las estrellas y su puente era de arcoíris. Allí vivía Drako, un dragón juguetón de escamas verdes y ojos chispeantes, famoso por su risa contagiosa y sus travesuras.

Drako no era un dragón cualquiera. No le interesaba asustar a nadie ni guardar tesoros. A él le gustaba jugar, inventar juegos nuevos y hacer amigos en cualquier rincón del castillo. Su mejor amiga era Lina, una pequeña hada que vivía en el jardín de las nubes. También jugaban con Berto el búho sabio, Mimi la ratoncita rápida y Gus el grifo dormilón.

El gran juego de Drako

Un día, Drako tuvo una gran idea. Reunió a todos en el patio de las nubes y les anunció:

—¡Hoy haremos la Gran Carrera Voladora por todo el castillo! ¡Quien llegue primero al salón de los espejos mágicos, ganará una corona de estrellas!

Lina, Berto, Mimi y Gus aceptaron el reto. Cada uno tenía su modo de moverse: Lina volaba ágil gracias a sus alas de hada, Berto planeaba en silencio, Mimi corría por los pasillos y Gus, aunque lento, daba grandes brincos con sus patas de león y alas de águila.

—¡Que empiece la carrera! —gritó Drako, y todos salieron volando, brincando y corriendo entre las nubes.

Un problema inesperado

Drako era el más rápido y enseguida se puso en cabeza. Pero al pasar por la torre de los sueños, vio que Mimi se había quedado atascada en un charco de burbujas flotantes.

—¡Ayuda! ¡No puedo salir! —chilló Mimi.

Drako dudó. Si se detenía, perdería su lugar en la carrera. Pero Mimi era su amiga. Sin pensarlo mucho, voló hacia ella, estiró una garra y la liberó de las burbujas.

—¡Gracias, Drako! —dijo Mimi, sonriendo.

—¡Vamos juntos! —propuso Drako, y siguieron corriendo, ahora un poco más despacio.

Mientras tanto, Lina y Berto seguían adelante. Lina volaba tan rápido que casi no se veía, y Berto planeaba sobre el puente arcoíris, guiado por el viento.

El castillo se llena de risas

La carrera siguió por el salón de los espejos mágicos, el jardín de las nubes y la biblioteca flotante. En cada rincón, todos se ayudaban: Gus empujó a Berto cuando su ala se atascó en una cortina de niebla, Lina enseñó a Mimi a saltar de nube en nube, y Drako compartió su aliento cálido para derretir una puerta helada.

En vez de competir, los amigos empezaron a cooperar. Se dieron cuenta de que era más divertido llegar juntos que solos.

Por fin, los cinco cruzaron la meta al mismo tiempo, riendo y abrazándose. La corona de estrellas se partió en cinco partes y cada uno llevó una sobre la cabeza.

—¡Somos todos ganadores! —gritó Lina.

El visitante misterioso

Aquella tarde, mientras jugaban en el jardín, una sombra apareció entre las nubes. Era Rufus, un pequeño dragón rojo que venía de un castillo lejano. Rufus miró a los amigos con timidez.

—¿Puedo jugar con ustedes? —preguntó.

Drako y sus amigos lo invitaron enseguida. Pero Rufus era muy competitivo y quería ganar siempre. En el nuevo juego, empujó a Mimi, voló delante de Lina y le hizo una trampa a Gus.

Al principio, los amigos no dijeron nada, pero pronto se sintieron incómodos.

—No está bien ganar si hacemos que los demás pierdan —le explicó Berto.

—Aquí en el castillo, jugamos juntos y nos ayudamos —dijo Lina.

Rufus se quedó callado y, en su siguiente intento, perdió a propósito. Se alejó triste, creyendo que nadie quería ser su amigo.

La lección de Drako

Drako vio a Rufus sentado solo en una nube gris. Se acercó y le habló con dulzura:

—Rufus, aquí lo importante no es ganar, sino divertirse y cuidar de los amigos. La amistad verdadera significa estar juntos, ayudarnos y reírnos juntos, aunque no seamos los primeros.

Rufus bajó la cabeza.

—Es que en mi castillo todos compiten y nadie me invita a jugar si no soy el mejor.

Drako puso una garra sobre su hombro.

—¿Sabes? Aquí siempre hay lugar para un amigo más. Si juegas con nosotros, descubrirás que la verdadera amistad es mucho mejor que ganar solo.

Rufus sonrió y aceptó intentarlo de nuevo.

El gran reto de la nube oscura

Al día siguiente, una nube negra y pesada se acercó al castillo. Comenzó a llover y el viento arrancó la puerta del salón de los vientos. En un instante, la corona de estrellas voló y quedó atrapada en lo alto de la torre más alta.

—¡Tenemos que recuperarla! —dijo Lina.

Pero la torre estaba resbalosa y el viento soplaba fuerte. Drako intentó volar, pero el viento lo empujaba. Gus resbaló dos veces, y Lina no podía llegar tan alto.

Rufus, que era más pequeño, pudo deslizarse entre las nubes y alcanzar la corona. Pero al bajar, vio que Gus había quedado colgando de una cornisa y necesitaba ayuda.

Rufus dudó: podía bajar con la corona y ser el héroe, o ayudar a Gus. Recordó las palabras de Drako y eligió ayudar a su amigo.

Entre todos, formaron una cadena de alas y patas, y juntos bajaron a Gus sano y salvo. La corona de estrellas cayó al suelo, pero todos estaban riendo y abrazándose.

—¡Lo logramos juntos! —dijo Rufus, feliz.

Un castillo de amistad

La nube oscura se alejó y el sol volvió a brillar. Drako, Lina, Berto, Mimi, Gus y Rufus se sentaron en el puente de arcoíris.

—Hoy aprendimos que la amistad verdadera es ayudar, compartir y cuidar de los demás. No importa quién gane si somos un buen equipo —dijo Drako.

Desde ese día, Rufus se convirtió en un amigo más. Ya no le importaba ganar siempre, sino ver a todos reír y pasarla bien.

Una fiesta en las nubes

Para celebrar, los amigos organizaron una gran fiesta en el castillo. Invitaron a todos los habitantes de las nubes y llenaron el cielo de globos de colores. Bailaron, cantaron y jugaron hasta que la luna asomó entre las estrellas.

Drako miró a sus amigos y pensó que nada era más especial que tener amigos de verdad. Un amigo es quien te ayuda cuando estás triste, quien te espera si vas lento, y quien te abraza cuando llegan los problemas.

—Mientras estemos juntos, el castillo en las nubes será siempre el lugar más feliz —dijo Drako, y todos lo aplaudieron.

Y así, entre risas, aventuras y juegos, Drako y sus amigos vivieron muchísimas historias más, sabiendo que la verdadera magia del castillo era la amistad que los unía.


Moraleja:

La amistad verdadera es ayudar, compartir y reír juntos. No importa quién gane o pierda, lo importante es estar ahí para los amigos y disfrutar cada momento.