El patito Dori y la laguna de los amigos

El patito Dori y la laguna de los amigos

El patito Dori y la laguna de los amigos

En una laguna tranquila, donde el agua brillaba como un espejo y los nenúfares bailaban con el viento, vivía un patito curioso llamado Dori. Dori tenía plumas suaves y doradas, y siempre llevaba una sonrisa en su pico.

A Dori le encantaba explorar. Cada mañana, después de despertar, nadaba entre los juncos y saludaba a todos los animales que vivían cerca.

Un día, mientras jugaba entre las flores, Dori escuchó un sonido extraño. ¡Parecía un pequeño sollozo!

Dori se acercó nadando y vio a una ranita verde sentada sobre una hoja de nenúfar, con sus ojitos tristes.

—Hola, ranita —dijo Dori con su voz suave—. ¿Por qué estás triste?

La ranita suspiró y respondió:

—Hoy quería saltar a la piedra grande, pero tengo miedo de caer al agua. Nadie quiere ayudarme.

Dori pensó por un momento y dijo:

—¡No te preocupes! Yo puedo ayudarte. Si quieres, puedo nadar cerca de la piedra para que, si caes, caigas sobre mi espalda y no te mojes.

La ranita, al escuchar esto, sonrió y aceptó la ayuda. Dori nadó hasta la piedra y se puso justo debajo. La ranita saltó con fuerza… ¡y alcanzó la piedra! Todos los animalitos de la laguna aplaudieron felices.

—¡Gracias, Dori! —dijo la ranita—. Eres un patito muy amable.

Dori se sintió contento. Le gustaba ayudar.

Ese mismo día, mientras Dori nadaba cerca de unos juncos altos, vio a un caracol tratando de trepar por una hoja resbalosa. El caracol se deslizaba y volvía a caer.

—¿Necesitas ayuda, caracol? —preguntó Dori.

—Sí, por favor —respondió el caracol con voz bajita—. Quiero subir para ver las flores desde arriba, pero no puedo solo.

Dori se acercó y le dijo:

—Súbete a mi lomo, yo te llevo.

El caracol subió y Dori lo llevó despacito hasta la cima de la hoja. Desde allí, el caracol pudo ver todas las flores de colores y los rayos del sol reflejándose en el agua.

—¡Eres el mejor amigo, Dori! —dijo el caracol con alegría.

Dori sonrió aún más.

Mientras regresaba a su nido, Dori escuchó a los animales hablar entre ellos.

—¡Dori es muy generoso! —decía la mariposa.

—Siempre está dispuesto a ayudar —comentaba la tortuga.

Dori se sonrojó un poquito. No lo hacía por los aplausos, sino porque ayudar a los demás hacía que su corazón se sintiera cálido y alegre.

Al día siguiente, cuando Dori necesitó ayuda para alcanzar una ramita para su nido, todos los animales de la laguna llegaron para ayudarlo. La tortuga empujó la ramita hacia él, la mariposa le trajo hojitas suaves y la ranita le cantó una canción.

Dori se dio cuenta de algo muy importante: Cuando eres amable y ayudas a los demás, ellos también querrán ayudarte a ti.

Desde ese día, la laguna estuvo llena de risas, juegos y mucha amistad. Todos sabían que, con un poco de amabilidad y ayuda, la laguna era un lugar mejor para vivir.

Y así, Dori el patito curioso, siguió explorando, ayudando y haciendo nuevos amigos todos los días.


Moraleja: Ser amable y ayudar a los demás hace que vivamos en un lugar más feliz y lleno de amigos.

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