Froti y el Gran Salto de los Sueños

Froti y el Gran Salto de los Sueños

Había una vez, en una laguna cristalina rodeada de verdes nenúfares y libélulas brillantes como estrellas, una rana muy especial llamada Froti. Froti no era como las otras ranas. Tenía la piel de un verde esmeralda y unos ojitos grandes llenos de curiosidad. Pero lo más especial de Froti era su imaginación.

Froti soñaba todo el día. Soñaba con saltar tan alto como las libélulas vuelan y tocar el cielo azul. Le encantaba mirar a las libélulas bailar sobre el agua, y se decía a sí misma:

—¡Yo también quiero volar alto y ver el mundo desde allá arriba!

Pero cuando Froti les contaba sus sueños a los demás animales de la laguna, muchos se reían.

—¡Las ranas no vuelan, Froti! —decía el viejo sapo Don Croaco.

—¡Eso es imposible! —decían los peces dorados haciendo burbujas.

Incluso su mejor amiga, la ranita Lili, le decía:

—Soñar es bonito, Froti, pero hay que tener los pies en el agua.

Froti se ponía triste por un momento, pero luego miraba el cielo y volvía a soñar. ¿Y si sí era posible? ¿Y si ella podía hacer el gran salto?

El plan de Froti

Una mañana, después de un chapuzón fresco, Froti se sentó en su nenúfar favorito y pensó:

—Si quiero saltar alto, ¡debo practicar cada día!

Así que decidió entrenar. Cada tarde, mientras los demás descansaban bajo las hojas, Froti saltaba de un nenúfar a otro. A veces caía al agua con un gran ¡plaf!, pero no se daba por vencida. Se sacudía las gotitas y lo intentaba de nuevo.

Pronto, las libélulas se dieron cuenta de que Froti era diferente. Una de ellas, la libélula Azulina, voló cerca y le preguntó:

—¿Por qué saltas tanto, Froti?

Froti respondió con una sonrisa:

—Quiero dar el salto más alto de la laguna y ver el mundo desde allá arriba.

Azulina giró en el aire y animó a Froti:

—¡Tú puedes! Solo tienes que creer en ti y seguir practicando.

Froti sintió que su corazón brincaba de alegría. Cada día, saltaba un poco más alto. A veces, los otros animales la miraban curiosos. Algunos aún se reían, pero otros empezaron a animarla.

El gran día

Una tarde, cuando el sol comenzaba a esconderse y el cielo se pintaba de naranja y rosa, Froti sintió que era el momento. Se subió al nenúfar más grande del centro de la laguna. Las libélulas se posaron en las flores, los peces asomaron la cabeza y hasta Don Croaco dejó de roncar para mirar.

Froti respiró hondo, miró al cielo y pensó en todos sus sueños. Se agachó y…

¡SALTÓ!

Saltó tan alto que el viento le hizo cosquillas. Por un instante, Froti sintió que volaba entre las libélulas, viendo la laguna desde arriba. Todo era hermoso. Las hojas, las flores, el agua brillante… ¡y sus amigos viéndola asombrados!

Al caer, el chapoteo fue tan grande que todos se mojaron y rieron. Froti sonreía, feliz.

El aplauso de la laguna

—¡Lo lograste, Froti! —gritó Lili, saltando de alegría.

—¡Eres la rana más valiente! —dijeron los peces dorados.

—Nunca vi un salto así —confesó Don Croaco, muy impresionado.

La laguna entera aplaudió a Froti. Las libélulas rodearon a la pequeña rana y Azulina le murmuró al oído:

—¿Ves? Creíste en ti y nunca dejaste de intentarlo.

Froti se sintió muy feliz. Sabía que no podía volar como una libélula, pero sí podía llegar más alto que nunca si no dejaba de soñar y se esforzaba.

La moraleja

Desde aquel día, Froti siguió soñando y practicando. Pronto, otros animalitos de la laguna empezaron a compartir sus sueños y a trabajar por ellos.

Froti enseñó a todos que los sueños pueden hacerse realidad si crees en ti y nunca te rindes.

Y así, la laguna cristalina se llenó de sueños, saltos y risas. Porque, como aprendieron todos gracias a Froti, ¡soñar es el primer paso para alcanzar las estrellas!


FIN

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