La Gran Aventura de Rita, la Rana Soñadora
Había una vez, en el corazón de un bosque mágico, una rana llamada Rita. Rita era una rana alegre y siempre tenía una gran sonrisa en su carita verde. Le encantaba saltar de charco en charco y cantar bajo la luz de las luciérnagas que bailaban por la noche.
Pero Rita tenía un sueño muy especial: quería saltar más alto que ninguna otra rana y ver el mundo desde la copa de los árboles altos. Todos los días, miraba hacia arriba y suspiraba soñando con ese momento.
El Bosque Brillante
El bosque donde vivía Rita era maravilloso. Los árboles eran tan altos que las nubes a veces jugaban a esconderse entre sus ramas. Los charcos brillaban como si tuvieran estrellas en su interior, y las luciérnagas iluminaban los caminos cuando el sol se iba a dormir.
Rita tenía muchos amigos: Tomás el caracol lento, Lila la mariposa de colores y Bruno el sapito risueño. Todos la querían mucho, pero cuando Rita les hablaba de su sueño, algunos decían:
— ¡Eso es imposible, Rita! Las ranas no pueden saltar tan alto. —decía Tomás, moviéndose despacio.
— Mejor quédate cerca del agua, aquí estás segura —le decía Lila con dulzura.
Pero Rita no se desanimaba. Cada vez que escuchaba esas palabras, sentía cosquillas en el corazón y una vocecita le decía: ¡Sigue intentándolo!
El Primer Intento
Una mañana, mientras el rocío aún brillaba sobre las hojas, Rita decidió que era el día perfecto para intentarlo de verdad. Se preparó, respiró hondo y dio un gran salto… ¡SPLASH!
Cayó de vuelta en el charco, haciendo reír a Bruno y asustando a unos pececitos. Rita se sacudió las gotas y sonrió. No había llegado muy lejos, ¡pero se había divertido mucho!
— No pasa nada, —pensó—. ¡Mañana lo haré mejor!
Las Noches de Práctica
Rita no se rindió. Cada noche, cuando el bosque se llenaba de luz dorada por las luciérnagas, practicaba sus saltos. A veces caía sobre hojas, otras veces sobre el musgo suave, y otras, ¡en el agua fresquita!
Al principio, sus amigos no entendían por qué lo intentaba tanto. Pero poco a poco, comenzaron a animarla:
— ¡Vas más alto cada vez, Rita! —decía Lila batiendo sus alas.
— ¡No te rindas! —gritaba Bruno desde su charco.
Rita sentía que su corazón crecía de alegría. Cada salto era una pequeña victoria.
El Salto Más Grande
Una noche, el bosque estaba más brillante que nunca. Las luciérnagas formaban un sendero dorado que subía, subía y subía hasta la copa del árbol más alto. Rita miró hacia arriba y supo que era el momento.
Cerró los ojos, pensó en su sueño y saltó con todas sus fuerzas. Notó el viento en su cara, escuchó el canto de las luciérnagas y, de repente, ¡estaba muy alto!
Abrió los ojos y vio el bosque desde arriba. Todo era hermoso: los charcos brillaban, los árboles parecían tocar el cielo y sus amigos la aplaudían desde abajo.
— ¡Lo lograste, Rita! —gritaban todos, muy emocionados.
Rita sonrió y sintió que su sueño se había hecho realidad. No se había rendido y había llegado más lejos de lo que imaginó.
La Gran Fiesta
Esa noche, todos los animales del bosque celebraron a Rita. Hubo croares alegres, saltos y bailes bajo la luz de las luciérnagas. Rita les contó a todos:
— Si tienes un sueño en tu corazón, nunca te rindas. Puede que caigas muchas veces, pero cada intento te acerca un poquito más.
Desde ese día, cada vez que un animal tenía un sueño, pensaban en Rita y recordaban que con alegría y esfuerzo, todo es posible.
Moraleja: No importa cuántas veces caigas, si sigues intentándolo con alegría, ¡tus sueños pueden hacerse realidad.