Las Aventuras de Nuri, la Ardilla Generosa
En un parque lleno de robles altos, columpios de colores y escondites secretos, vivía una ardilla muy especial. Su nombre era Nuri. Nuri era traviesa y siempre estaba corriendo de un lado a otro, pero también era muy generosa y le encantaba ayudar a sus amigos.
Nuri y sus amigos del parque
El parque era el lugar favorito de todos los animales pequeños. Los robles guardaban bellotas y hojas secas, perfectas para hacer nidos. Los columpios chirriaban mientras los niños jugaban, y los arbustos formaban escondites secretos para jugar al escondite.
Nuri tenía muchos amigos: el ratón Ramiro, la paloma Lila y el topo Tico. Juntos, jugaban a descubrir nuevos lugares y a inventar juegos divertidos. Nuri era la más rápida, y a veces, la más traviesa.
El escondite de las bellotas
Un día, Nuri encontró un gran montón de bellotas bajo el roble más antiguo del parque. Nadie más lo había visto. Sus ojitos brillaron de emoción. Pensó en guardar todas las bellotas para el invierno, pero luego recordó a sus amigos.
—Si comparto las bellotas, todos podremos pasar un invierno calentitos y felices —pensó Nuri.
Pero antes de decidir, una idea traviesa se le ocurrió: ¡jugar una broma a sus amigos! Escondió las bellotas en diferentes lugares del parque y preparó un mapa secreto.
El mapa del tesoro
Nuri fue a buscar a Ramiro, Lila y Tico y les propuso jugar a la búsqueda del tesoro.
—He escondido un tesoro en el parque —dijo Nuri con voz misteriosa—. ¿Quién se atreve a buscarlo conmigo?
Todos aceptaron entusiasmados. Siguieron el mapa, que los llevó detrás de los columpios, bajo un banco de madera y hasta dentro de un pequeño túnel hecho entre las raíces de un roble.
Mientras buscaban, reían y se ayudaban unos a otros. Cuando Ramiro se atascó en el túnel, Lila y Tico tiraron de él hasta que salió. Nuri los animaba y les daba pistas. Al final, encontraron el gran montón de bellotas.
—¡Lo encontramos! —gritaron todos a la vez.
Nuri decide compartir
Nuri estaba feliz de ver a sus amigos tan contentos. Pensó en quedarse con algunas bellotas para ella sola, pero al ver las sonrisas de sus amigos, supo que lo correcto era compartir.
—Son para todos —dijo Nuri—. Si compartimos, todos tendremos suficiente.
Ramiro, Lila y Tico la abrazaron. Juntos, llevaron las bellotas a sus casas y repartieron lo que habían encontrado.
El parque se llena de amistad
Durante las siguientes semanas, el parque se llenó de juegos y risas. Todos los animales compartían lo que encontraban. Si alguien encontraba una hoja especial, la usaba para construir una cabaña para todos. Si Lila traía migas de pan, las repartía entre sus amigos.
Un día, Ramiro encontró unas semillas de girasol y las regaló a Nuri. Tico construyó un pequeño columpio con ramas y lo compartió con todos.
Un problema inesperado
Un día, llegó al parque una ardilla nueva llamada Cira. Era tímida y no conocía a nadie. Se sentó sola bajo un roble, mirando cómo jugaban los demás.
Nuri la vio y se acercó con una bellota en las patas.
—Hola, ¿quieres jugar con nosotros? —preguntó Nuri con una gran sonrisa.
Cira dudó un momento, pero aceptó la bellota. Pronto, estaba saltando y corriendo con los demás. Los amigos de Nuri la recibieron con alegría y le enseñaron todos los escondites secretos del parque.
El valor de compartir
Esa tarde, mientras el sol se escondía y las hojas caían de los robles, Nuri pensó en lo feliz que era. Había aprendido que compartir no solo traía alegría, sino también nuevos amigos.
Todos los animales se reunieron bajo el gran roble y compartieron una cena de bellotas, semillas y migas de pan. Rieron, contaron historias y miraron las estrellas.
La promesa de Nuri
Antes de irse a dormir, Nuri hizo una promesa:
—Siempre compartiré lo que tenga. Así, mi corazón estará lleno de amigos y alegría.
Sus amigos aplaudieron y prometieron hacer lo mismo.
Desde entonces, en el parque de robles y columpios, todos sabían que la mejor aventura era compartir y cuidar a los amigos. Y la ardilla más feliz era Nuri, porque entendía que la verdadera riqueza está en la amistad.
Moraleja:
Compartir lo que tienes te hace más rico en amigos y en alegría. La amistad crece cuando piensas en los demás y ayudas con generosidad.