Lila y el Secreto de las Flores Sonrientes
En un prado brillante donde los rayos del sol bailaban sobre la hierba, vivía una mariposa llamada Lila. Lila era alegre, tenía alas de colores y le encantaba descubrir cosas nuevas. Cada mañana, volaba de flor en flor, saludando a todos con un dulce zumbido.
Un día, mientras Lila surcaba el aire, vio algo extraño. ¡Algunas flores mágicas no sonreían! Sus pétalos estaban un poco caídos y su brillo era más débil. Lila se acercó a la Rosa Radiante y le preguntó:
—¿Por qué hoy no brillas como siempre?
La Rosa suspiró:
—Hoy me siento un poco sola. Nadie ha venido a visitarme.
Lila pensó y dijo:
—¡No te preocupes! Yo estoy aquí para escucharte.
La mariposa se posó suavemente sobre la rosa y le contó un cuento divertido. Pronto, la Rosa Radiante comenzó a sonreír de nuevo, y sus pétalos se abrieron un poquito más.
Lila se sintió feliz y siguió volando. Más adelante, vio al Tulipán Travieso. Sus colores estaban apagados. Lila preguntó:
—¿Qué te pasa, Tulipán?
El tulipán respondió con voz suave:
—Hoy la brisa me empujó muy fuerte y me asusté. No me gusta sentirme solo cuando tengo miedo.
Lila lo pensó por un momento. Recordó cómo se sentía cuando una tormenta la sorprendía en el aire. Así que le dijo:
—A veces yo también tengo miedo. Pero ¿sabes qué? Siempre hay alguien que nos puede ayudar. Yo me quedaré aquí contigo hasta que te sientas mejor.
Lila cantó una canción suave, y el Tulipán Travieso comenzó a levantar su cabeza poco a poco. Pronto, su color volvió y hasta bailó con el viento.
Mientras volaba más lejos, Lila encontró a la Margarita Risueña. Pero hoy, la margarita no reía. Lila le preguntó:
—¿Por qué no ríes hoy, Margarita?
La margarita contestó:
—Hoy vi a una nube tapar el sol y sentí frío. Extraño el calorcito.
Lila pensó en lo que sentía cuando el sol se escondía. Entonces tuvo una idea.
—¿Te gustaría que te abrace con mis alas hasta que el sol regrese?
—¡Sí, por favor! —respondió la margarita.
Lila abrió sus alas y abrazó suavemente a la margarita. De pronto, un rayo de sol apareció entre las nubes, y la margarita volvió a sonreír.
Al final del día, Lila se sentó sobre una hoja y miró el prado. ¡Todas las flores mágicas volvían a brillar! Lila se sintió muy feliz, pero también pensó en lo que había aprendido.
A veces, no es suficiente preguntar "¿cómo estás?". Hay que escuchar con el corazón y tratar de comprender cómo se sienten los demás. Lila entendió que cada flor tenía un sentimiento diferente, y que un pequeño gesto de empatía podía hacer una gran diferencia.
Esa noche, mientras la luna asomaba en el cielo, Lila susurró:
—Hoy aprendí el secreto de las flores sonrientes: cuando entiendes los sentimientos de tus amigos y les ayudas, ¡todo el prado brilla más!
Y así, Lila la mariposa siguió volando, siempre dispuesta a escuchar, ayudar y hacer sonreír a todos en el prado.
Fin.