Max, el Perro que Siempre Está Contigo

Max, el Perro que Siempre Está Contigo

Max, el Perro que Siempre Está Contigo

Había una vez en una pequeña aldea llamada Colores, un perro travieso y muy leal llamado Max. Max no era un perro cualquiera: tenía las orejas largas, el hocico salpicado de pecas y una cola que nunca dejaba de moverse.

Max vivía con su amiga Luna, una niña de cabellos dorados, en una casita azul con techo rojo. La aldea Colores estaba llena de casas de todos los tonos, plazas alegres y senderos de piedra donde siempre había algo divertido por descubrir.

Max y sus Aventuras

Max era famoso por sus travesuras. Le encantaba esconderse detrás de las macetas o perseguir mariposas en la plaza. Pero, sobre todo, le encantaba acompañar a Luna a todas partes. Donde iba Luna, allí estaba Max, moviendo la cola y mostrando su mejor sonrisa perruna.

Un día soleado, Luna y Max decidieron ir a la plaza principal. Había muchos niños jugando, vendedores de globos y el aroma a pan recién horneado. Luna jugaba a la cuerda, mientras Max daba vueltas olfateando todo a su paso.

De pronto, Luna escuchó a su amiga Sofi llorando cerca del puente de piedra. Se acercó rápido, y Max fue corriendo tras ella.

—¿Qué te pasa, Sofi? —preguntó Luna, preocupada.

Sofi sollozó:
—Mi pelota se fue rodando por el sendero y cayó en el jardín del señor Bruno. No puedo ir sola porque allí hay muchas flores y el señor Bruno dice que no le gusta que los niños entren sin permiso.

Max se acercó, olfateó la mano de Sofi y movió la cola. Luna pensó por un momento y le dijo:
—No te preocupes, Sofi. Yo voy contigo… ¡Y Max también!

Juntos es Mejor

Las tres amigas, dos niñas y un perrito, caminaron despacio por el sendero de piedra. Max iba delante, vigilando que todo estuviera bien. Cuando llegaron al jardín, vieron la pelota bajo un arbusto de flores amarillas.

—¿Y si el señor Bruno se enoja? —susurró Sofi.

Luna sonrió y le apretó la mano:
—No estás sola, Sofi. Estamos contigo.

Max se adelantó, entró suavemente al jardín y olfateó la pelota. Con mucho cuidado, la empujó hacia las niñas con su hocico.

Justo en ese momento, salió el señor Bruno. Tenía una gran barba blanca y una mirada seria. Las niñas se quedaron quietas, pero Max, sin miedo, fue hacia él y le lamió la mano.

El señor Bruno sonrió por primera vez. Se agachó y acarició a Max.

—¡Qué perro tan valiente y leal! —dijo—. Veo que cuidas muy bien a tus amigas. No se preocupen, pueden jugar en mi jardín, pero tengan cuidado con las flores.

Las niñas rieron y saltaron de alegría. Sofi recuperó su pelota y Max, orgulloso, movía la cola como si entendiera todo.

Un Amigo Siempre Contigo

Ese día, todos en la aldea Colores supieron lo importante que es tener amigos leales y compañeros que te ayuden cuando tienes miedo. Max, aunque travieso, nunca dejaba sola a Luna ni a sus amigos. Siempre estaba listo para ayudar, consolar o hacer reír.

Al caer la tarde, Luna abrazó a Max y le dijo:
—Gracias, Max. Eres el mejor amigo del mundo.

Max no respondió con palabras, pero su mirada y su cola decían todo: siempre estaría allí, sin importar lo que pasara.

Desde ese día, cada vez que alguien en la aldea necesitaba ayuda, Max estaba listo para acompañar y mostrar que la lealtad y el compañerismo hacen la vida más bonita.

Moraleja

Un buen amigo siempre está contigo, te ayuda cuando tienes miedo y nunca te deja solo. La lealtad y el compañerismo hacen que todo sea mejor.

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