Nina, la Ardilla que Soñaba con Volar

Nina, la Ardilla que Soñaba con Volar

Nina, la Ardilla que Soñaba con Volar

En un parque lleno de árboles altos y verdes, vivía una ardilla muy especial llamada Nina. Ella no era como las otras ardillas, porque siempre estaba inventando cosas nuevas. Tenía una colita esponjosa y unos ojos grandes llenos de curiosidad.

El parque donde vivía Nina era mágico. Había puentes colgantes entre los árboles, pequeñas casitas de madera en las ramas y un sinfín de escondites secretos. Todos los animales del parque conocían a Nina, porque siempre la veían corriendo de aquí para allá, con tuercas, hojas y ramitas en sus patitas.

El Gran Sueño de Nina

Un día soleado, Nina miró a los pájaros volar sobre el parque. Soñaba con poder volar y ver el mundo desde arriba. Se preguntó:

—¿Por qué las ardillas no podemos volar?

Como era una ardilla inventora y entusiasta, decidió que intentaría construir algo para volar. Se puso su gorro de pensar, buscó papel y lápiz, y empezó a dibujar sus ideas debajo de su árbol favorito.

Los Primeros Intentos

Nina trabajó todo el día. Su primer invento fue un par de alas hechas con hojas grandes y ramas ligeras. Las ató a sus patitas y subió a la rama más baja. Tomó aire, contó hasta tres y… ¡saltó!

Pero las alas solo sirvieron para hacerla girar en el aire y aterrizar suavemente en un montón de hojas secas. Nina se sacudió el polvo y sonrió. No se rindió.

—¡Necesito algo más fuerte! —pensó.

Al día siguiente, probó con plumas de cuervo y palitos de bambú. Las alas eran más bonitas, pero tampoco funcionaron. Esta vez, cayó sobre una almohada de musgo que le habían dejado las ardillas amigas. Todos los animalitos la aplaudieron por su esfuerzo.

—¡No te desanimes, Nina! —le dijeron.

La Gran Idea

Esa noche, mientras miraba las estrellas desde su casita en la rama, Nina tuvo una idea brillante. Recordó cómo los pájaros batían sus alas y cómo el viento soplaba entre las ramas. Tal vez, si usaba el viento, podría volar.

Corrió al taller al amanecer y empezó a construir un planeador, usando ramas firmes, hojas resistentes y un poco de tela que encontró cerca del parque. Trabajó día y noche, sin rendirse, aunque a veces se cansaba o las cosas no salían como quería.

—¡No importa cuántas veces falle! ¡Seguiré intentándolo! —se repetía cada vez que algo no funcionaba.

El Gran Día

Después de muchos intentos, finalmente terminó su invento. Era un planeador ligero y fuerte, con una cola larga que parecía de dragón. Nina se lo puso en la espalda y subió al árbol más alto del parque, donde el viento soplaba más fuerte.

Todos los animales se reunieron para verla. Las ardillas, los ratones, los pájaros y hasta los escarabajos la animaban:

—¡Tú puedes, Nina!

—¡No te rindas!

Con el corazón latiéndole fuerte, Nina miró hacia abajo. Respiró hondo, corrió por la rama y… ¡saltó!

Al principio, el planeador bajó un poco, pero de pronto, el viento lo levantó. ¡Nina estaba volando! Volaba por encima del parque, viendo las casitas en las ramas y los puentes colgantes desde lo alto.

—¡Lo logré! ¡Estoy volando! —gritó de alegría.

Los animales aplaudieron y celebraron. Cuando aterrizó suavemente en el césped, todos corrieron a felicitarla. Nina estaba tan feliz que sus mejillas se pusieron coloradas.

La Gran Lección

Desde ese día, Nina ayudó a otros animales a construir inventos y a no rendirse nunca. Enseñó que la creatividad y la perseverancia pueden lograr cosas increíbles, incluso hacer volar a una ardilla.

Siempre decía:

—¡No importa cuántas veces te equivoques! Lo importante es intentarlo, aprender y nunca dejar de soñar.

Y así, en el parque lleno de árboles y puentes, Nina siguió inventando y soñando, inspirando a todos a ser creativos y valientes.


Moraleja: Si usas tu creatividad y nunca te rindes, ¡puedes alcanzar tus sueños, por más altos que estén!

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