Olmo, el Búho Sabio y la Noche de las Luciérnagas
En el corazón de un bosque misterioso, cuando el sol se esconde y la luna brilla en el cielo, vive un búho muy especial. Su nombre es Olmo. Olmo es un búho de plumas suaves y ojos grandes color ámbar. Todos en el bosque dicen que es muy sabio y siempre está dispuesto a ayudar a sus amigos.
Durante la noche, el bosque se ilumina con miles de luciérnagas que vuelan entre los árboles. Las ramas se llenan de pequeños puntos de luz, y todo parece un cuento mágico. A Olmo le encanta salir a volar cuando las luciérnagas prenden sus luces, porque así puede ver mejor y conversar con los demás animales nocturnos.
El consejo de Olmo
Olmo pasaba muchas noches en la Rama del Gran Roble, escuchando historias de sus amigos: la ardilla Nina, el ratón Rico, el zorro Zenón y la cierva Dalia. Cada uno tenía siempre algo que contar y, cuando había un problema, todos iban a ver a Olmo, porque sabían que él escuchaba con atención antes de dar un consejo.
Pero no todos los animales del bosque sabían esperar o escuchar. Algunos, como el travieso erizo Tico, actuaban primero y preguntaban después. Otras veces, los conejos saltaban corriendo antes de entender bien la situación.
Olmo sabía que escuchar era muy importante, y trataba de enseñar a sus amigos que, antes de actuar, debían prestar atención y pensar bien en lo que hacían.
La llegada de la fiesta de las luciérnagas
Una noche, mientras la luna estaba llena y las luciérnagas volaban luminosas, todos en el bosque estaban emocionados. ¡Era la Fiesta de las Luciérnagas! Era una tradición en la que los animales se reunían para celebrar la luz y la amistad. Había bailes, juegos y cuentos alrededor de la laguna.
Olmo ayudaba a organizar la fiesta. Dio las instrucciones a los demás:
—Debemos preparar todo con cuidado. Cada uno tiene una tarea: Nina recoge bayas, Rico corta ramitas, Dalia adorna con flores, y Zenón prepara las luces. Pero, recuerden, ¡escuchen bien antes de empezar!
Todos asintieron y salieron a cumplir sus tareas. Pero Tico, el erizo, estaba tan emocionado que ni escuchó el final de las instrucciones. Solo pensaba en correr y jugar.
Un problema en el bosque
Mientras recogía bayas, Nina sintió un ruido extraño. Miró hacia los arbustos y vio a Tico rodando rápido, empujando todo a su paso. Tico, sin mirar ni escuchar, había hecho rodar una piedra grande que tapó la entrada del hogar del topo Bruno.
Bruno, atrapado, golpeaba desde dentro, pero Tico no lo escuchaba. Siguió rodando y chocó contra el cesto de bayas de Nina, que se cayó al suelo.
—¡Tico, espera! —gritó Nina.
Pero Tico seguía y seguía, sin parar, hasta que tropezó con una raíz y salió volando al lago. ¡Plaf! El agua salpicó a todos los patos que nadaban tranquilos.
Olmo interviene
Olmo, desde la rama del Gran Roble, vio todo. Voló suavemente y aterrizó junto a Nina, Bruno y Rico, que habían corrido a ayudar.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Olmo, moviendo sus alas.
Nina explicó lo ocurrido. Todos hablaron a la vez, pero Olmo los detuvo con su suave “uuuh”.
—Vamos a escuchar de uno en uno. Nina, cuéntame primero.
Nina relató lo de la piedra y el cesto. Bruno habló de su casa tapada y Rico mencionó el desastre de las ramitas.
Olmo escuchó con calma. Luego fue al lago y sacó a Tico, que mojado y un poco avergonzado, comprendió que había actuado sin pensar ni escuchar.
Arreglando el problema juntos
Olmo reunió a todos los amigos.
—A veces, cuando no escuchamos y actuamos rápido, hacemos líos. Antes de bailar y jugar en la fiesta, debemos trabajar juntos y arreglar lo que pasó.
Tico pidió disculpas y prometió escuchar mejor.
—Ahora, Tico, ayúdanos a mover la piedra —dijo Olmo.
Entre todos, con mucho esfuerzo, empujaron la piedra y Bruno pudo salir feliz de su casa. Luego, Tico y Rico recogieron las bayas y ramitas. Nina ayudó a secar a los patos y Dalia decoró con las flores que había traído.
Olmo los animaba:
—¡Así se trabaja en equipo! ¡Escuchando y ayudándonos, todo es más fácil!
El momento de la fiesta
Ya con todo arreglado, llegó la noche y la laguna brilló con las luces de las luciérnagas. Los animales bailaron, comieron frutas y escucharon historias mágicas.
Olmo se subió a una roca y, con voz suave, dijo:
—Esta noche aprendimos algo importante: antes de actuar, hay que escuchar. Si prestamos atención, resolvemos mejor los problemas y evitamos líos.
Todos aplaudieron y Tico, el erizo, se sintió orgulloso por haber pedido perdón y ayudado a sus amigos.
Una noche tranquila y feliz
Mientras las luciérnagas volaban sobre el lago, Olmo reunió a los animales más pequeños.
—¿Saben por qué los búhos somos sabios? —preguntó Olmo.
Los conejitos y ratones dijeron:
—¡Porque piensas antes de hacer algo!
Olmo asintió:
—Sí, pero sobre todo porque escucho mucho. Cuando escuchas, entiendes mejor a los demás y puedes ayudar de verdad.
Nina, Dalia y Zenón le dieron las gracias. Tico prometió escuchar y pensar antes de rodar la próxima vez.
Esa noche, el bosque estuvo más tranquilo. Los animales dormían con una sonrisa, sabiendo que cuando se escucha antes de actuar, todo sale mejor.
Y desde lo alto del Gran Roble, Olmo vigilaba el bosque con sus ojos sabios, listo para escuchar y ayudar a quien lo necesitara.
Moraleja:
Antes de actuar, escucha bien y piensa. Así ayudarás mejor a los demás y harás del mundo un lugar más feliz.