Reni, la Rana Alegre y el Secreto del Gran Estanque

Reni, la Rana Alegre y el Secreto del Gran Estanque

Reni, la Rana Alegre y el Secreto del Gran Estanque

En un rincón escondido del bosque, brillaba un estanque mágico lleno de nenúfares verdes y flores de todos los colores. Por la noche, las luciérnagas encendían sus luces y el agua parecía un espejo de estrellas. Allí vivía Reni, una rana alegre y saltarina, famosa por sus canciones y su gran sonrisa.

Reni tenía muchos amigos: Toto el tritón, Maya la libélula, Bimba la tortuga y Pipo el pez dorado. Juntos jugaban entre los nenúfares, organizaban carreras de saltos y contaban historias mientras la luna los escuchaba.

Pero Reni tenía algo especial: amaba el estanque más que nada y siempre decía:

—¡Hay que cuidar nuestro hogar, porque es el mejor lugar para vivir y jugar!

El festival de las luciérnagas

Cada año, cuando el verano llegaba, los animales del estanque celebraban el Festival de las Luciérnagas. Era una noche mágica, llena de canciones, danzas y luces titilando en el aire. Todos se preparaban con alegría. Reni ensayaba nuevas canciones y Bimba tejía guirnaldas de flores para adornar los nenúfares.

Esa tarde, mientras todos trabajaban, escucharon un ruido fuerte cerca del estanque. Era Hugo el pato, que llegaba con un grupo de patitos visitantes. Venían del otro lado del bosque y nunca habían visto un estanque tan hermoso.

—¡Este lugar es genial! —decían los patitos, chapoteando y jugando sin parar.

Pero, sin darse cuenta, comenzaron a arrancar flores, mover piedras y pisar los nenúfares. Algunos tiraban hojas al agua y otros asustaban a las libélulas. Pronto, el estanque comenzó a verse un poco desordenado.

Reni observa y piensa

Reni miró a su alrededor y notó que los nenúfares estaban rotos y el agua tenía hojas y ramas flotando. Las luciérnagas parecían asustadas y la tortuga Bimba no encontraba su sitio de descanso.

Reni sintió tristeza. Amaba su hogar y no quería verlo así. Pero también sabía que los patitos no lo hacían con mala intención. Solo estaban emocionados y no sabían cómo cuidar el estanque.

Reni saltó a una roca y llamó la atención de todos.

—¡Amigos, escuchen un momento! —dijo con voz clara y alegre.

Los animales se detuvieron y la miraron con curiosidad.

—Nuestro estanque es un lugar mágico, pero tenemos que cuidarlo entre todos. Si rompemos las flores o ensuciamos el agua, pronto ya no será tan bonito ni habrá donde jugar o descansar. ¿Qué les parece si aprendemos juntos a respetarlo y cuidarlo?

Una idea brillante

Reni pensó en un plan. Invitó a todos los animales a formar equipos y limpiar el estanque, recoger las ramas y enseñar a los patitos a saltar sin romper los nenúfares. Maya la libélula explicó que las flores eran la casa de muchos insectos. Toto el tritón mostró cómo nadar sin asustar a los peces. Bimba la tortuga organizó un concurso para ver quién podía recoger más basura en menos tiempo.

Los patitos aprendieron rápido. Descubrieron que si cuidaban las flores, las libélulas danzaban cerca. Si no hacían ruido, las luciérnagas salían a brillar más fuerte.

Un problema inesperado

Justo cuando todo iba mejorando, una ráfaga de viento trajo una bolsa de plástico que cayó al agua. Pipo el pez quedó atrapado debajo y no podía salir. Todos se asustaron y llamaron a Reni.

—¡Reni, ayúdanos! Pipo está en problemas —gritó Maya volando en círculos.

Reni saltó al agua, nadó con fuerza y, con la ayuda de Toto y los patitos, lograron sacar la bolsa y liberar a Pipo.

—¡Gracias por ayudarme! —dijo Pipo, respirando aliviado.

Reni miró la bolsa y pensó en lo importante que era no dejar basura en la naturaleza.

—Todo lo que tiramos puede hacer daño a quienes vivimos aquí. Si cuidamos el estanque, todos podremos ser felices —explicó Reni.

El estanque vuelve a brillar

Entre todos, siguieron limpiando y reparando los nenúfares. Los patitos aprendieron a saltar solo en las piedras y a no arrancar flores. Hugo el pato pidió disculpas y prometió enseñar a sus hijos y amigos a cuidar cada lugar al que fueran.

Esa noche, cuando llegó el Festival de las Luciérnagas, el estanque brillaba más que nunca. Las flores estaban sanas, el agua limpia y las luciérnagas danzaban en el aire. Reni cantó su canción favorita:

—En el estanque vivimos, jugamos y crecemos, si todos lo cuidamos, ¡felices seremos!

Todos los animales aplaudieron y bailaron bajo la luz mágica de las luciérnagas.

Un compromiso de todos

Después de la fiesta, Reni reunió a sus amigos y a los patitos. Hicieron una promesa:

—¡Cuidaremos el estanque y la naturaleza donde quiera que vayamos! —dijeron todos a la vez.

Reni estaba feliz. Sabía que cada uno había aprendido lo importante que es respetar y cuidar la naturaleza. Así, el estanque sería siempre el mejor lugar para vivir aventuras y compartir momentos alegres.

Desde ese día, nunca más hubo basura ni flores rotas. Las luciérnagas bailaban felices y el agua siempre estaba limpia. Los visitantes que llegaban aprendían a respetar el hogar de Reni y sus amigos.


Moraleja:

Respetar y cuidar la naturaleza es tarea de todos. Si cada uno pone su parte, el mundo será siempre un lugar hermoso y lleno de vida.