Ricky, la Rana y el Lago de las Luces Mágicas

Ricky, la Rana y el Lago de las Luces Mágicas

Ricky, la Rana y el Lago de las Luces Mágicas

En un rincón secreto del bosque, había un lago mágico rodeado de lirios, nenúfares y miles de luciérnagas que brillaban como pequeñas estrellas. Allí vivía Ricky, una rana saltarina y divertida que siempre estaba de buen humor y le encantaba hacer reír a todos con sus acrobacias y chistes.

Un lago lleno de amigos

En el lago vivían muchos animales: Olivia la tortuga, Paco el pez dorado, Mimi la libélula y Tico el caracol. Todos eran diferentes y tenían habilidades únicas. A Ricky le gustaba jugar con todos, pero a veces se preguntaba por qué cada uno era tan distinto.

Por las noches, cuando el lago se llenaba de luces mágicas gracias a las luciérnagas, los amigos jugaban a saltar de nenúfar en nenúfar o a contar historias bajo la luna.

Un nuevo amigo en el lago

Un día, apareció alguien nuevo: Gus, un sapo grande y tranquilo, de voz grave y paso lento. Ricky se sorprendió al verlo, pues nunca había conocido a un sapo tan grande ni tan callado.

—¡Hola! Soy Ricky. ¿Quieres saltar conmigo? —preguntó la rana, dando un gran brinco.

Gus sonrió y contestó:

—Gracias, pero prefiero mirar el lago y disfrutar de la calma.

Ricky no entendía por qué Gus no quería saltar ni hacer carreras. Pensó que tal vez no le gustaban los juegos.

Las diferencias entre amigos

Los días pasaron y Ricky siguió intentando que Gus jugara como él. Los otros amigos también notaron que Gus era distinto.

—Gus es muy raro, nunca salta ni canta fuerte —dijo Mimi la libélula.

—Quizás solo le gusta otro tipo de juegos —opinó Olivia la tortuga.

Pero Ricky insistía:

—Si no juega como nosotros, ¿será que no es divertido?

Una noche especial

Una noche, el lago brillaba más que nunca. Las luciérnagas volaban en círculos, los nenúfares se abrían y el agua reflejaba la luz de la luna. Todos los amigos invitaron a Gus a jugar, pero él prefirió sentarse en la orilla y mirar el espectáculo en silencio.

Ricky decidió acercarse y le preguntó:

—¿Por qué no saltas o cantas con nosotros, Gus?

Gus respondió sonriendo:

—Me gusta observar el lago y escuchar los sonidos. Cada uno disfruta a su manera, y eso está bien. Puedo ser amigo de todos, aunque sea diferente.

Ricky nunca había pensado en eso. Se quedó mirando el lago junto a Gus y notó cosas que antes no había visto: el reflejo de las estrellas, los colores secretos de las flores y el suave croar de las ranas lejanas.

El problema de Paco

De pronto, Olivia la tortuga llegó apurada:

—¡Paco, el pez, está atrapado entre unas raíces bajo el agua!

Todos corrieron a ayudar, pero las raíces estaban muy apretadas. Ricky intentó saltar al agua, Mimi voló buscando ayuda y Olivia trató de empujar las ramas, pero nada funcionaba.

Gus se acercó tranquilo, sumergió sus patas fuertes y movió las raíces con mucho cuidado hasta dejar a Paco libre.

—¡Bravo, Gus! —gritaron todos.

Paco agradeció emocionado. Ricky se dio cuenta de que cada amigo era especial y que las diferencias hacían al grupo más fuerte.

Una gran fiesta luminosa

Esa noche organizaron una fiesta en el lago. Gus contó historias sabias, Ricky hizo acrobacias, Mimi bailó en el aire, Olivia cantó y Paco nadó haciendo burbujas. Todos se sintieron felices y orgullosos de ser diferentes.

—¡Gracias, Gus, por enseñarnos que ser distintos nos ayuda a ser mejores amigos! —dijo Ricky.

Gus sonrió y respondió:

—La amistad es más bonita cuando nos respetamos y aprendemos unos de otros.

Un lago más unido

Desde entonces, en el lago mágico, cada animal celebraba sus diferencias y aprendía a escuchar y respetar a los demás. Ricky siguió saltando y haciendo reír, pero también aprendió a disfrutar de la calma y la sabiduría de sus nuevos amigos.


Moraleja:

La amistad crece cuando respetamos las diferencias y aprendemos unos de otros. Cada amigo es especial y juntos hacen la vida más alegre y mágica.

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