Tina, la tortuga del lago tranquilo
Había una vez, en un lago tranquilo y brillante, una tortuga llamada Tina. Tina no era la más rápida ni la más grande, pero todos en el lago la conocían por ser muy paciente y sabia.
El lago estaba rodeado de nenúfares verdes, juncos altos y pequeñas islas donde los animales jugaban y descansaban. Allí vivían patitos, ranas saltarinas, libélulas brillantes y hasta un pez dorado muy curioso.
El gran desafío de los nenúfares
Un día, mientras Tina tomaba el sol sobre una roca, escuchó a los patitos discutir.
—¡Apuesto a que puedo saltar de un nenúfar a otro más rápido que nadie! —dijo Pipo, el patito más pequeño.
—¡No tan rápido como yo! —gritó Rina, la rana alegre, que siempre estaba lista para saltar.
Hasta el pez dorado salió a ver la competencia.
—¿Y tú, Tina? —preguntó Pipo—. ¿Vas a intentarlo?
Tina sonrió despacio. No le gustaba competir, pero le gustaba aprender de sus amigos.
—Claro, lo intentaré —dijo Tina, moviendo sus patitas con calma.
La carrera comienza
Rina la rana saltó primero. ¡Salto tras salto! Cruzó los nenúfares en un abrir y cerrar de ojos.
Pipo el patito chapoteó detrás, batiendo sus alitas y salpicando a todos.
Luego fue el turno de Tina. Se movía despacio. Sus patitas cortas avanzaban poco a poco, y cada vez que llegaba a un nenúfar, se detenía a mirar a su alrededor. Observaba las flores, saludaba a las libélulas y respiraba el aire fresco.
Los demás animales empezaron a reírse un poco.
—¡Tina, vas muy lenta! —decía Pipo.
—¡Nunca llegarás al final! —decía Rina.
Pero Tina no se apresuró. Sabía que cada paso era importante y que no debía preocuparse si los demás iban más rápido.
El viento y la tormenta
De repente, el cielo se cubrió de nubes. El viento empezó a soplar y la lluvia cayó fuerte sobre el lago. Los nenúfares se movían de un lado a otro. Rina y Pipo, que iban adelante, resbalaron y cayeron al agua. No podían volver a subir a los nenúfares porque se estaban moviendo muy rápido.
Tina, que iba despacio y con cuidado, se detuvo. Miró a sus amigos y pensó en cómo ayudarlos. Usó su caparazón fuerte para protegerse de la lluvia y fue avanzando, muy despacio, hasta llegar a donde estaban Rina y Pipo.
—¡Tina, ayúdanos! —gritaron los dos.
—Agárrense fuerte de mi caparazón —dijo Tina con voz tranquila.
Así, Rina y Pipo se subieron a la espalda de Tina. La tortuga siguió avanzando, con paciencia y cuidado, hasta que la lluvia paró y el viento se calmó. Finalmente, llegaron juntos a la orilla sana y salvos.
La gran lección
Los animales del lago estaban muy contentos de ver a Tina, Rina y Pipo a salvo. El pez dorado nadó dando vueltas de alegría y hasta las libélulas bailaron sobre el agua.
Rina y Pipo se acercaron a Tina.
—Gracias, Tina —dijo Rina—. ¡Nos salvaste!
—Sí —dijo Pipo—. Pensamos que ganar la carrera era lo más importante, pero ahora sabemos que ser paciente y perseverante es mucho mejor.
Tina sonrió y les dijo:
—A veces, avanzar despacio y con cuidado nos ayuda a llegar más lejos. Cuando somos pacientes y no nos rendimos, podemos superar cualquier tormenta.
Esa tarde, todos celebraron en la orilla del lago. Bailaron, cantaron y comieron hojas frescas y semillas. Tina, la tortuga paciente y sabia, se convirtió en la heroína del lago tranquilo. Y desde ese día, cada vez que había una tormenta, todos recordaban que la paciencia y la perseverancia son tan importantes como la rapidez.
Moraleja
La paciencia y la perseverancia te ayudan a superar los momentos difíciles. No importa si vas despacio, lo importante es no rendirse y ayudar a los demás en el camino.