Valentín, el Ratón que No se Rindió
Había una vez, en una granja muy especial, un pequeño ratón llamado Valentín. Él era valiente y muy curioso. Su pelaje era gris como una nube y sus ojitos brillaban como dos estrellas. Valentín vivía debajo del granero, donde el suelo era tibio y siempre olía a trigo fresco.
En la granja, todos los animales podían hablar y eran buenos amigos. Estaba la vaca Lila, el gallo Don Gallo, la oveja Nube y el caballo Tronco. Todos querían mucho a Valentín, aunque a veces se reían de sus travesuras.
Un día, Valentín escuchó a los animales hablando sobre un gran tesoro escondido en el campo de trigo dorado. Nadie sabía qué era, pero decían que solo el más valiente y persistente podría encontrarlo. Valentín sintió que su corazón saltaba de emoción. Él quería ser quien lo encontrara.
El Gran Desafío
Muy temprano en la mañana, Valentín se puso su gorro favorito y fue a buscar a la vaca Lila.
—¿Lila, quieres buscar el tesoro conmigo? —preguntó Valentín.
Lila sonrió, pero movió la cabeza.
—Ay, Valentín, el campo es muy grande y hay muchos obstáculos. Yo prefiero quedarme aquí pastando.
Valentín no se desanimó. Fue a buscar al gallo Don Gallo.
—¿Gallo, me ayudas a buscar el tesoro?
Don Gallo infló el pecho.
—¡Kikirikí! Yo tengo que despertar a todos por la mañana, no puedo irme tan lejos.
Valentín suspiró, pero no se rindió. Decidió ir solo. Caminó hacia el campo de trigo. El sol brillaba y las espigas doradas bailaban con el viento.
Primer Obstáculo
De pronto, Valentín encontró un gran charco de lodo. Era ancho y profundo. Valentín pensó en regresar, pero recordó el tesoro y su deseo de encontrarlo. Miró a su alrededor y vio unas tablitas de madera tiradas cerca del granero. Con esfuerzo, empujó las tablas hasta el charco y construyó un pequeño puente.
Con mucho cuidado, cruzó al otro lado. ¡Lo logró!
Segundo Obstáculo
Un poco más adelante, Valentín vio un campo de espigas altas, tan altas que no podía ver el camino. Se sintió un poco asustado. Pero entonces, recordó que su amigo Don Gallo siempre usaba la voz para hacerse notar.
Valentín comenzó a chiflar mientras caminaba. Así, escuchó el eco de su silbido y pudo seguir el sonido hasta encontrar la salida. Salió al otro lado, cansado pero feliz.
Tercer Obstáculo
Por fin, llegó a una gran roca en medio del campo. Era tan alta como dos vacas juntas. El tesoro debía estar cerca. Valentín intentó trepar, pero resbaló y cayó en la suave hierba. Lo intentó una y otra vez, pero no podía subir.
Valentín sintió ganas de llorar. Pensó en regresar a casa, pero una vocecita en su corazón le dijo: "No te rindas, Valentín."
Valentín se levantó. Miró alrededor y vio una rama caída. La apoyó contra la roca y la usó como una rampa. Con esfuerzo, subió poco a poco, hasta llegar a la cima.
El Gran Tesoro
Desde arriba, Valentín vio una pequeña caja brillante escondida entre las espigas. Corrió hacia ella y, al abrirla, encontró un mensaje escrito en un papel dorado:
"El verdadero tesoro es nunca rendirse. Cuando eres valiente y perseverante, puedes lograr lo que te propongas."
Valentín sonrió muy feliz. Había aprendido una gran lección. Bajó de la roca y corrió de regreso a la granja, donde todos los animales lo esperaban.
—¿Encontraste el tesoro? —preguntó la oveja Nube.
—¡Sí! —gritó Valentín, mostrando el mensaje dorado—. El tesoro es creer en uno mismo y no rendirse nunca.
Desde ese día, cada vez que uno de los animales tenía un problema, Valentín les recordaba su aventura. Y todos aprendieron que, aunque los obstáculos parezcan grandes, la perseverancia y la valentía siempre nos ayudan a seguir adelante.
Y así, en la granja de animales parlantes, todos vivieron muchas más aventuras, sabiendo que el mayor tesoro es nunca darse por vencido.